ESPERANZA EXPRESADA

ESPERANZA EXPRESADA

 

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE LA ESPERANZA “DEJANDO ENTRAR A LA ESPERANZA”

TEXTO BÍBLICO: SALMO 138

INTRODUCCIÓN

La esperanza es un ciclo en el que esperanzas puestas en el futuro son cumplidas en el presente, y que a su vez nuevas esperanzas vuelven a depositarse en el nuevo mañana. Es precisamente en el ciclo de la esperanza cristiana donde la oración y la alabanza cobran un sentido expresivo realmente abrumador, emocionante y hermoso. Cuando la esperanza cumple su objetivo con una realidad, el corazón del creyente se ensancha y se despliega como una flor abierta que desea propagar su perfume a través de la oración de gratitud. Este aroma que surge sincero y espontáneo del alma del creyente que ha visto cumplida su esperanzada petición, es el que agrada profundamente a Dios, ya que Él se deleita cuando las arrugas de la preocupación dan paso a la sonrisa abierta del que se sabe atendido por Dios en medio de un problema. Pero ahí no termina la plegaria del cristiano, sino que sigue rogando a Dios que siga completando de realidades otras muchas esperanzas que se cimientan en sus bondadosas promesas. Este es el caso del salmista. Primero reconoce y confiesa en adoración de agradecimiento cómo las esperanzas depositadas en el Señor se han visto cumplidas con creces, y al final del salmo vuelve a solicitar del misericordioso y fiel Creador que nunca deje de concretar sus nuevas esperanzas hasta el fin del mundo.

En nuestro hábito de oración haríamos bien en copiar e imitar este ciclo de la esperanza que se expresa con la creatividad exquisita de una canción que procede de las profundidades del ser. ¿Acaso el Señor no ha cumplido con su palabra cada vez que nos hemos encontrado en situaciones prácticamente irresolubles? ¿Y cuántas veces hemos confesado en oración nuestra gratitud y dependencia hacia Él? ¿Y no es más cierto que a pesar de recibir contestación a nuestras cuitas, renovadas esperanzas parecen brotar de nuestros corazones para nuevas cosas y circunstancias que nos preocupan? Del mismo modo que David, hemos de contemplar la esperanza en Dios justo en momentos de mayor dificultad para dar a Dios la debida honra, alabanza y reconocimiento.

  1. ESPERANZA EN EL CLAMOR

“El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma.” (v. 3)

Es complicado tener paciencia cuando la adversidad se ceba en nosotros. Es sumamente difícil tener que esperar cuando un mal trago está a punto de devorar nuestra tranquilidad y paz de espíritu. Es difícil, pero no imposible si se trata de esperar en el Señor. En nuestro malestar o crisis, justo en el momento en el que todo parece irse al garete, queremos creer que Dios tendrá misericordia de nosotros y de nuestros errores para sacarnos del atolladero. Una esperanza que surge de la aflicción y la desesperación se convierte en un clamor patético y desgarrador que atraviesa los cielos para llegar ante el trono de Dios. Llega a sus oídos porque este clamor está exento de orgullo e hipocresía, porque el corazón está entregándose completamente en sus manos de amor y compasión. E inmediatamente el Señor toma una decisión al respecto de nuestro grito de dolor y se hace cargo de nuestra situación, marcando los tiempos de su respuesta y calibrando la reacción por nuestra parte ante una posible respuesta negativa. Y mientras el Señor contesta, esperamos y perseveramos en esa espera hasta que la fuerza de lo alto comienza a fluir en nuestro interior como un río de aguas vivas que renueva nuestras energías y nos confiere el coraje suficiente como para enfrentar nuestra lamentable condición y vencerla con la ayuda inestimable de Dios. Es entonces cuando la esperanza se expresa en forma de fortaleza mental, física y espiritual que recibe el vigor directamente de Dios que siempre cumple con su palabra.

  1. ESPERANZA EN LA HUMILLACIÓN

“Porque el Señor es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.” (v. 6)

A veces tenemos que sufrir por parte de determinadas personas, individuos con cierto poder e influencia sobre nosotros por cuestiones laborales o civiles, humillaciones y menosprecios. Cometeríamos un grave error al equipararnos con algunas respuestas y comentarios hirientes y venenosos a esta clase de personajes. Tal vez estas personas tengan cierta autoridad sobre nosotros, pero esto es por tiempo limitado. En algún momento estos soberbios y altivos especímenes humanos pueden caer en desgracia y tener que probar la misma medicina que dieron a otros. Lo que sí sabemos en el entorno de manifestaciones despreciativas es que el único excelso y grandioso ante el que hemos de dar cuentas de lo que somos, hacemos y decimos, es Dios. Nuestra esperanza reside en saber que si somos humildes y sencillos de corazón, el Señor se apiadará de nuestro estado de sometimiento y vituperio para levantarnos por encima de los que minan la moral y la dignidad de sus subordinados. Cuando comprobamos de qué manera tan genial y escrupulosa Dios coloca a cada uno en el lugar que le corresponde según su actitud para con el prójimo, entendemos que nuestra esperanza se afianza sobre la justicia de Dios sobre la tierra.

  1. ESPERANZA EN LA ANGUSTIA

“Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás.” (v. 7 a)

La angustia es un estado de ánimo muy poco recomendable, ya que provoca en nosotros una histeria tal, que nos vemos cegados por nuestra problemática personal y no dejamos ser ayudados por los demás. La angustia acelera nuestros nervios y coloca ansiedad en el cuadro general de nuestra salud física y mental. Además provoca una parálisis de la capacidad de supervivencia del ser humano que impide tomar las riendas de la situación problemática que nos acucia. Podríamos decir que el que se angustia va viendo como las probabilidades de que un asunto crítico se resuelva satisfactoriamente van languideciendo poco a poco hasta morir. La angustia es la antítesis de la esperanza, y ésta debe ganar terreno a la primera si no queremos caer en un ataque nervioso de proporciones descomunales. Andar en medio de la angustia, tal y como reseña el salmista, supone convertir a esta en un estilo de vida que puede durar mucho tiempo y que trastorna cualquier intención por mejorar la situación. En ese triste trance angustioso es precisamente donde la esperanza se expresa en forma de vida. Es como si Dios trasfundiese en nuestro riego espiritual su propia vida eterna para hacernos revivir, para restaurar nuestra salud mental y física, para ver las cosas de otra manera distinta. Cuando la vida de Dios recorre todo nuestro ser, la esperanza se adueña de las circunstancias y el problema deja de ser nuestro para que el Señor se encargue de aquello que con nuestras flacas fuerzas no podríamos manejar.

  1. ESPERANZA EN LA ENEMISTAD

“Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra.” (v. 7b)

Es preferible ir por la vida sin tener ni buscar enemigos, pero siempre parece haber alguien que nos tiene ojeriza. Quizás por ser quiénes somos, o por tener lo que tenemos, o por pensar y decir lo que creemos, pero lo cierto es que los detractores de nuestra persona aparecen cuándo y dónde menos lo esperamos. David tenía enemigos a tutiplén, dadas las continuas referencias que de ellos tenemos en gran parte del salterio. Parecía que no salía de una para caer en otra. Sus enemigos, entre los que había supuestos amigos traicioneros, los peores adversarios que podamos encontrar en la vida, perseguían la meta de hacerle caer en desgracia, de robarle su dignidad y de arrebatarle el trono. Ante estas asechanzas, David siempre esperó que la justicia de Dios se abatiese sobre ellos, y a tenor de la historia de su reinado, erizado de enfrentamientos e insidiosas traiciones, el Señor cumplió con su palabra. Del mismo modo que protegió con su poderosa mano a David, así el Señor desea defendernos de las tramas e urdimbres de personas malvadas que solo viven para hacernos la faena del día. Es muy interesante entender que la esperanza en este caso se expresa en forma de salvación, es decir, que Dios pelea por nosotros sin que nosotros tengamos que amenazar a nadie ni tengamos que recurrir a la violencia. La ira de aquellos que no nos quieren bien y persiguen hacernos la vida imposible, será ínfima en comparación con lo que Dios hará a favor nuestro.

  1. ESPERANZA CON PROPÓSITO

“El Señor cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Señor, es para siempre; no desampares la obra de tus manos.” (v. 8)

Tal como dijimos al principio, en el ciclo de la esperanza nuevas expresiones de esperanza aparecen para tomar el testigo de aquellas que ya fueron preguntas contestadas y promesas cumplidas. El salmista, tras reconocer, confirmar y confesar en adoración que el Señor ha cubierto todas las expectativas de protección, salvación, consuelo y liberación, quiere descansar en la voluntad de Dios. Su deseo más ferviente es dejar que Dios cumpla sus propósitos para con su vida. Aparta a un lado su yo para permitir que sea Dios el que perfeccione su existencia, pula las aristas de su carácter y cincele con mano firme cada una de las asperezas que impiden que la obra santificadora y transformadora del Espíritu Santo sea completada con éxito. Esta entrega en brazos de la soberanía y providencia de Dios supone, tanto para el salmista como para nosotros, vivir seguros de que, al final del camino, todas las esperanzas serán cumplidamente satisfechas y consumadas.

En la misericordia de Dios podemos atisbar y saborear la verdad de las promesas de Dios, ya que el amor de Dios no es perfecto sin el cumplimiento de su palabra dada a sus hijos. Dios, a lo largo y ancho de las Escrituras, ha provisto el espacio ideal para que su pueblo pueda contemplar y recordar el tamaño y alcance de su amor inefable. En cada historia, en cada profecía y en cada enseñanza que se extraen de la lectura y estudio de la Biblia podemos comprobar que el carácter de Dios es bondadoso, dadivoso y compasivo. Si desde el Génesis, en la narrativa de la creación del ser humano, se nos dice que fuimos hechos a su imagen y semejanza, y que éramos la corona de todo lo creado, y que fuimos ideados perfectos antes de la caída, ¿cómo, pues, podríamos no esperar que Dios nos amparase y supliese todo aquello que pudiésemos necesitar? Esta es una esperanza poderosa: saber que Dios lo que comienza, así también lo termina. Y si Él empezó una obra de transformación y regeneración en tu corazón, nunca dejará de ser fiel a la promesa de seguir siendo amados y queridos por Él.

CONCLUSIÓN

Esperanza tras esperanza, certeza tras certeza, y amor tras amor, hemos de demostrar a Dios que nos sentimos agradecidos por su labor incansable de amor y paciencia en nosotros y a favor nuestro. De ahí que además de nuestras oraciones de petición, nunca dejemos de adorarle y alabarle al ver todas nuestras esperanzas hechas realidad: “Te alabaré con todo mi corazón; delante de los dioses te cantaré salmos. Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas… Te alabarán, oh Señor, todos los reyes de la tierra, porque han oído los dichos de tu boca. Y cantarán de los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande.” (vv. 1-2, 4-5).

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