SU PALABRA ES VERDAD

SU PALABRA ES VERDAD

SERIE DE ESTUDIOS SOBRE EL SALMO 119

TEXTO BÍBLICO: SALMO 119:153-160

INTRODUCCIÓN

Si creemos en un Dios vivo que tiene voz por medio de la Escrituras, el Salmo 119 es sin duda la expresión del carácter de un Dios veraz y cumplidor de sus promesas. El salmista ha estimado que por encima de enemigos y adversarios, de tendencias ideológicas, de sentimientos y emociones, y de interpretaciones subjetivas de la revelación divina, la Palabra de Dios es tan veraz como el Dios de la Palabra. De ahí que el salmista sepa por experiencia propia y por conocimiento de la historia de Israel, que “la suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia.” (v. 160). El sumatorio de cada una de las partes de la Escritura es necesario para alcanzar y conocer la verdad de todas las cosas, tanto terrenales como celestiales, tanto humanas como divinas, tanto físicas como espirituales. No se trata de convertir la Palabra de Dios en una especie de enciclopedia que englobe cada una de las ramas del conocimiento. Se trata de contemplar, entresacar y discernir la verdad que reside en el texto inspirado por Dios. Se trata, en definitiva, de conocer a Dios y su esencia por medio de su voz en la eternidad. El salmista estima que toda la Palabra de Dios debe ser aprendida y enseñada, y no solamente pasajes escogidos por su facilidad o por su practicidad. Zambullirnos en el océano inmenso de la revelación bíblica significa tener hambre y sed de la verdad absoluta que es Dios.

En esa verdad que todo ser humano busca, unas veces infructuosamente, otras veces como producto de una curiosidad malsana, y otras como ideal alcanzable en Cristo, es Dios. No se trata de una verdad, o de parte de la verdad. Hablamos de la Verdad en mayúsculas, en un Dios que no miente ni engaña a aquel que le busca con sinceridad y sin prejuicios. En esa búsqueda de la verdad auténtica, y no de la verdad relativa de nuestros tiempos, habremos de vérnoslas con una gran multitud de enemigos. Todos sabemos que las altas instancias de poder político, financiero o religioso han intentado siempre por todos los medios adoctrinar a las masas con su visión particular de la verdad. Y en ese ejercicio dictatorial, se ha querido tapar o esconder la verdad para manipular y controlar a la humanidad. Estos enemigos son los que el salmista tiene que lidiar en su búsqueda de la verdad: la aflicción de la presión que éstos imponen sobre el creyente, los que viven vidas completamente enfrentadas a los dictados de Dios, los que nos persiguen enarbolando la bandera de la relatividad y la mentira, y los prevaricadores que trastornan el auténtico sentido de la verdad bíblica.

Si estos enemigos se unen para entorpecer y zancadillear al cristiano que se precia de serlo en virtud de la verdad de Dios, podemos caer en el error de tirar la toalla en lo que a las promesas de Dios se refiere, de imitar la impiedad de los rebeldes viendo lo bien que les va, de aceptar determinadas premisas humanistas como parte de los designios de Dios, y de obedecer y apreciar las tergiversaciones que de la Biblia se hacen. Nuestra fuerza está en la verdad de la Palabra de Dios, puesto que nuestro Dios es completamente veraz e inmutable en su exposición de la verdad absoluta. Por ello, la verdad que surge de la Palabra de Dios, como expresión de un Dios verdadero, realiza su obra en nosotros en tres aspectos:

  1. LA VERDAD DE LA PALABRA DE DIOS NOS VIVIFICA

“Vivifícame con tu palabra… Vivifícame conforme a tus juicios… vivifícame conforme a tu misericordia.” (vv. 154, 156, 159)

La verdad nos da vida justamente cuando creemos que nuestras dudas y las presiones externas están a punto de hacernos sucumbir. En los juicios verdaderos de Dios encontramos la fórmula milagrosa del restablecimiento de las energías y las fuerzas. Esto sucede porque, a pesar de los asaltos y asedios de nuestros enemigos, la Palabra de Dios se erige como un baluarte impenetrable e inmutable en el que la verdad vence cualquier argumento insostenible que puedan presentarnos para hacer tambalear nuestra fe. Cuando el dolor aprieta nuestro pescuezo con inusitado vigor, las promesas verdaderas de Dios nos infunden aliento para recordar que es un adversario pasajero que tiene sus horas contadas. Cuando las presiones sociales intentan burlarse de nuestra fe y de nuestros valores anclados en la Biblia, allí aparece la Palabra de Dios para derribar cualquier discurso que se apoye en el hedonismo y el materialismo. Cuando alguien quiera que consideremos una ideología como compatible con la Palabra de Dios y sea más bien un insulto a lo establecido por Dios como perfecto y puro, la verdad de Dios se alzará para avergonzar a los humanistas errados. Cuando se nos quiera imponer una interpretación de la Biblia que no se ajuste a los cauces hermenéuticos sinceros y sencillos que proporciona el Espíritu Santo, de nuevo la verdad de Dios se impondrá para descubrir las verdaderas intenciones de los mercachifles y charlatanes de la fe. La vida brotará victoriosa en medio de nuestras almas puestas a prueba si amamos la Palabra de Dios y verdad incontestable.

  1. LA VERDAD DE LA PALABRA NOS LIBERA

“Mira mi aflicción, y líbrame, porque de tu ley no me he olvidado. Defiende mi causa, y redímeme.” (vv. 153-154)

Jesús ya lo advirtió una vez a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31,32). ¿De qué nos libera la verdad de Dios escrita en su palabra y en nuestros corazones? Nos libra claramente de la mentira en la que hemos estado viviendo durante tanto tiempo. Mientras nuestra vida se revolcaba en el vómito de nuestras concupiscencias y de nuestros desvaríos pecaminosos, todo nos parecía que estaba correcto. Incluso nos sentíamos libres al poder hacer lo que mejor nos viniese en gana. La verdadera libertad que hoy preconizan con demasiada desvergüenza muchas personas, es solo una libertad falsa. Creen ser libres, y si pudiesen y quisiesen quitarse las anteojeras que el pecado les ha puesto para que no puedan reconocer la luz de la verdad, sabrían que se hallan encerrados en el calabozo de Satanás y del pecado. Si recibiesen la verdad de Dios acerca de su verdadera situación desastrosa y penosa, no cabe duda de que la verdad les libertaría de sus prejuicios, valoraciones subjetivas y deseos incontrolados. La verdad de la ley de Dios nos redime y nos rescata de nuestra vana manera de vivir, dejando atrás la hoguera en la que hemos quemado para siempre nuestras apariencias hipócritas, nuestras mentiras interesadas y nuestras falsedades. Conocer a Dios, conocer la verdad, y conocer a Cristo viene a ser lo mismo, y en virtud de ese conocimiento podemos vivir liberados de las ataduras de convenciones sociales y de disfraces con que nos vestimos para dar rienda suelta a nuestras necedades e imprudencias.

  1. LA VERDAD DE LA PALABRA NOS DA DISCERNIMIENTO

“Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos… Veía a los prevaricadores, y me disgustaba, porque no guardaban tus palabras.” (vv. 155, 158)

Cuando somos iluminados por la verdad a través de la Palabra de Dios, las cosas ya no son las mismas. El hecho de haber encontrado por fin la verdad en Dios, provoca que ya no contemplemos con tanta alegría o desapasionamiento todo lo que sucede a nuestro alrededor. Una vez reconocemos en cada ser humano a un pecador, una vez confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos de nuestros actos malvados, y una vez deseamos alcanzar la meta de ser como Cristo, el pecado resalta ante nuestra mirada con un considerable contraste. Aquello en lo que nos gozábamos sabiendo que a Dios no le agradaba, ahora nos repugna. De ese modo, cuando vemos a los impíos perpetrando delitos acá y acullá, entendemos que sus caminos no han de tener un buen final. Lo mismo sucede cuando comprobamos como aquellos que han de juzgar con justicia cualquier caso, o como aquellos que pervierten la verdad para conseguir ganancias deshonestas. Nos indigna ser testigos de las malversaciones y cohechos que los incrédulos realizan, y nos cuesta permanecer callados o impertérritos ante la injusticia generalizada en la que vivimos. La verdad de Dios coloca en nuestra mirada una nueva lente de pureza y santidad que hace que aborrezcamos justamente lo que Dios aborrece. La verdad si es tal, debe salir a la luz, a la palestra pública, para que el mundo vea que se pudre por dentro con cada delito que se comete sin que reciba su merecido. La verdad de la Palabra de Dios nos ofrece la oportunidad de desnudar las malas artes de muchos en el aquí y el ahora, hasta que la justicia divina dé a cada uno conforme a sus obras.

CONCLUSIÓN

Hemos podido constatar que este himno a la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra es toda una joya poética y pedagógica. Cuando leemos este salmo no salimos defraudados, puesto que no nos cuesta reconocernos en el espíritu del salmista, en un espíritu de amor y pasión por la meditación en las Escrituras. No olvidemos las lecciones que aprendimos de este salmo, y deseemos ser verdaderos discípulos que no se avergüenzan del poder de la práctica de la Palabra de Dios.

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